Nunca he mencionado los nombres de los médicos que tratan a los niños, esta vez haré una excepción. Desde que comenzamos el tratamiento, la doctora Quijada se ha ocupado del seguimiento de mis hijos. Cuando la conocí pensé: -"un médico más, veamos por dónde nos sale...". Entonces, cansada de esperar y reivindicar el tratamiento, no estaba muy contenta ni con el hospital ni con la especialista. Tras dos meses con la doctora Quijada, estoy encantada. Es una increíble profesional, entregada a su trabajo. Tranquila, paciente, cariñosa, amable, respetuosa... Solo tengo buenas palabras para ella. Agradezco su dedicación y su interés hacia mis hijos y estoy segura de que se porta igual de bien con todos sus pacientes.
Como cada martes, acudimos a una nueva sesión. En la valoración inicial la doctora me dice que a Enrique ya no le nota el bazo, ¿ha reducido su tamaño gracias al tratamiento?, ¿funciona? Veremos cómo evoluciona.
Santi se ha ganado la fama de trasto e inquieto. A Enrique, en cambio, le ven como el niño bueno. ¡Qué equivocados están! Santi es el tranquilo, pasa las tres horas de tratamiento entretenido con sus dibujos preferidos. Siempre sereno y calmado, ríe con Mickey y disfruta de las aventuras de los Little Einstein. Enrique es el trasto, no para. Se levanta, intenta ir al suelo para gatear libremente por la habitación, se cansa, llora, pide brazos... Sólo está quieto cuando duerme y por suerte lo hace todos los martes. Menos mal, porque para él son 5 horas de tratamiento.
El problema es que Santi no se deja tocar, y tanto en la valoración inicial como en el momento de pinchar el port a cath se pone muy nervioso, grita, llora y patalea. Es un niño muy grande, con mucha fuerza. Por eso, debemos agarrarle entre varias personas, algo que asusta aún más a Santi y empeora su estado de nervios. En cuanto le dejamos en paz, no dice "ni mu". Por el contrario, a Enrique no le importa que le toquen, se deja manipular y siempre te recibe con una sonrisa.
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