Martes, de nuevo visita al hospital pero esta vez para una resonancia magnética. Esta semana cambia nuestra rutina, hoy resonancia de la cabeza y mañana tratamiento.
Como siempre la espera se hace insoportable, Santi buscando cualquier puerta que le conduzca a la calle y Quique revoloteando por toda la sala de espera camelando a todos los que allí se encuentran. Los niños se cansan pronto de esperar aunque he de decir que llevaban un retraso de dos horas, así que es normal el cansancio, también lo sentimos los papás.
Una vez que han entrado todo ha ido bastante rápido. Santi se ha asustado mucho cuando ha visto la máquina y le han tumbado en la camilla para dormirle. Suelo explicarle lo que le va a pasar en cada visita pero él nunca me entiende, en ese momento me sonríe y tira de mi mano para pedirme que le lleve a la calle. Debe ser impresionante que, de repente y sin saber por qué, cuatro desconocidos te tumben a la fuerza en una camilla, te sujeten pies y manos y te pongan una mascarilla en la boca. Lo único que puede hacer Santi es llorar mientras yo, a su lado, trato de calmarle sin dejar de sujetarle con fuerza para que no se escape. Es un momento breve, enseguida se queda dormido, pero muy angustioso, él no entiende qué pasa y yo no soy capaz de consolarle.
Y después de la anestesia, el despertar. Suelen hacerlo protestando porque se sienten molestos. La verdad, hoy se han despejado pronto, especialmente Enrique que en cuanto ha abierto los ojos ya estaba de pie en la cama echándome los brazos.
Mañana tratamiento y el jueves nos olvidamos de médicos, citas, pruebas, hospitales, medicinas... porque nos vamos de VACACIONES. Muy merecidas después de unos meses tan duros. Disfrutaremos dos semanas, nuestra doctora nos ha aconsejado suspender una sesión de tratamiento para descansar y recuperar fuerzas.
Ya queda menos para esas merecidas vacaciones, disfrutadlas mucho para reponer fuerzas de cara al otoño. Un beso grande para los cuatro.
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