Hace un mes renovamos el certificado de minusvalía de Quique. En la valoración, tanto la trabajadora social como la psicóloga se habían estudiado la enfermedad, algo que no es muy frecuente. Es increíble la cantidad de profesionales que desconocen muchísimas enfermedades. Y entiendo, que una persona no conozca al detalle las más de 7000 enfermedades raras que pueden existir, pero cuando reciben los informes médicos con antelación, qué menos que leerlos y prepararse para quien van a valorar.
Se notaba que se habían informado del caso. Y decidieron dar a Enrique un grado de discapacidad del 65%. Una decisión correcta, teniendo en cuenta la evolución que vivirá Enrique. Además, valoraron el grado de movilidad dándoselo positivo.
Para Enrique todo muy bien, empiezan a darle lo que merece. Qué pena que a Santi no le trataran igual. La psicóloga que le valoró no tenía ni idea de qué era su enfermedad. Y tampoco se molestó en averiguarlo. Y para qué iba a escuchar a su madre cuando le contaba en qué consistía. Así, sólo le otorgó un 33% y eso que su estado era mucho peor al de Quique actualmente. Esto demuestra lo injustas que son muchas valoraciones. Dependiendo del funcionario de turno obtienes mejores o peores resultados. Si el funcionario es profesional y se informa del caso que va a tratar, se preocupa por hacer bien su trabajo, la valoración es buena. Pero, si es un incompetente, lo paga el enfermo. Qué injusticia. Sé que hay muchas personas que intentan aprovecharse, y no teniendo ningún problema pretenden conseguir un grado de discapacidad elevado para así acceder a los beneficios que ello conlleva. En todas partes hay sinvergüenzas. Pero no es el caso de Enrique, ni mucho menos lo era de Santi.
Siempre recuerdo el comentario del equipo de orientación del colegio de Santi cuando elaboraba los informes necesarios para derivarle a un centro de educación especial:
- "¿Sólo tiene un 33%?"
- "¿Sólo tiene un 33%?"
Era un niño que sufría un fuerte retraso intelectual, no hablaba nada, no entendía... Sin embargo, su enfermedad poco conocida no le permitía que la psicóloga del centro base hiciera justicia y le otorgara el grado de discapacidad que merecía. ¿Su enfermedad poco conocida o la incompetencia de la psicóloga?
Siempre pienso en la enorme suerte que Enrique ha tenido con Santi. Porque gracias a él y a su triste desenlace dan a Quique la consideración que merece. Me da la sensación de que le han visto las orejas al lobo. Es como si pensaran "esta enfermedad debe ser importante, porque se mueren los niños por su causa".
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